viernes, junio 17, 2011

¡A la carga Eorlingas! (El Héroe)






Lo curioso de Superman, uno de los primeros superhéroes, es que el ya era Superman cuando llegó a la tierra. Cuando se critica a esta historieta norteamericana, aparte de por su acérrimo nacionalismo, se la critica por esta condición de existencia absolutista. El no se creó. Gracias a su ser modificó su entorno. Lo mejoró si se quiere. Pero a la gente común, si bien le atrae Superman, le apasiona aquel que ha surgido de los horizontes diarios. Del mismo lugar de donde ella proviene. La gente se fanatiza con aquellos que han sido héroes a pesar de si mismos y de las dificultades que acarrean las tareas que los convierten en héroes.




Algunos han sido preparados toda la vida para ser héroes. Algunos nacieron siéndolo. Y la mayoria de ellos lo son porque han decidido dejar de ser mediocres. Dejar el miedo, la desidia y la inacción atrás. Contemplar al futuro con la maquinal fuerza del combate asumido y no con la opaca certeza del padecimiento.




Porque hay algo en luchar a pesar de la derrota casi segura. Hay algo que nos dice que aunque sean mil contra uno, es mejor morir asi. Ser una silueta sangrante en la lluvia de flechas antes que un filisteo lleno de oro. Eso es honor. Los filisteos diran que es estupidez. Eso es heroismo. Los filisteos diran que es morir sin razón.



Los héroes tienen razones magnánimas. Son los deseos pulgares contra las mezquindades meñiques. El pecho enchido de orgullo, los ojos bañados de lágrimas de alegria porque morir asi es morir bien. Es dejar una estela de sueños con un mensaje imborrable. Es decirle al mundo que un héroe muere por motivos insolentes a la conciencia trivial, por despertar a aquellos que lo admiran de su siesta de Bella Durmiente.



Sin embargo, un héroe vivo podra salvarnos mil veces. Podrá interponerse entre nosotros y los injustos para decir a viva voz: “¡A la carga Eorlingas!”

Y nosotros, compañeros, cargaremos.

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