
Hay cientos de razones para que quieran que olvidemos...
Alguna vez, en un capítulo muy viejo, los guionistas de Los Simpsons pergeñaron un diálogo entre George Bush (sr) cuando era presidente y un asesor. En el diálogo. Bush le decía al asesor algo así como “Esto noticia pondrá muy feliz a mis jefes”; el asesor, intrigado, le pregunta a que jefes se refería, y Bush, extrañado le responde que tiene “trescientos millones de jefes” refiriéndose al pueblo de Estados Unidos.
Supongamos que somos los jefes. Que usted, que vos, que tu, somos los jefes del país. Elegimos a alguien para hacer lo que nosotros por una cuestión de intelecto, garra, intuición, capacidad, no podemos hacer. O tal vez solo nos faltó ese empuje. O tal vez nadie nos pagó la carrera universitaria necesaria para estar entre esos pocos elegidos que cada cuatro años se someten al examen público. De esa evaluación, la gente, nosotros, elegimos y decidimos por una cuestión de fuerzas quien es el mejor. La mayor cantidad de gente gana, los demás pierden. Eso es democracia. Un mayor número de personas decidió que tal persona es la indicada. Las personas democráticas acometerán esa derrota con dignidad y se acoplaran al deseo de la mayoría. La persona democrática tiene diversos canales para presentar su disgusto si los objetivos propios no se cumplieran. Puede juntarse con otras personas y armar su propio partido. Puede hacer huelga en su trabajo si, por las decisiones de esa persona elegida presidente, su labor diaria se ve afectada. Puede marchar, puede protestar. Puede solicitar reuniones con personas mas cercanas al poder. En definitiva, PUEDE.
Lo que no puede hacer es pedir la destitución de un presidente, o la renuncia solo porque sus deseos son contradichos. Lo que no puede es pedir que lo maten. Esa persona jugó con las armas de la democracia y perdió. Para volver al juego tiene que volver a usarlas o afirmarse dictatorial. Un energúmeno del poder.
El presidente tiene millones de jefes, pero no tiene porque hacerle caso a todos ellos, sino lograr el bien para la mayoría. Siempre habrá minorías. Y en el sistema capitalista siempre habrá pobres. La solución a eso no es cambiar al presidente, es cambiar el sistema económico.
¿Podemos cambiar el sistema económico?
La respuesta es “NO”. Al menos no por modos absolutamente democráticos. Podemos suavizarlo. Atenuar sus efectos devastadores. Eso es lo que hizo el kirchnerismo. Puso un escudo a las esquirlas del neoliberalismo feroz y lo fue calmando hasta que este se convirtió en un neo keynesianismo. Sin duda, a la vista de todos, algo cambió. Hay menos pobres, hay mas consumo (el centro del capitalismo), mas movimiento de dinero. Eso es lo que se le pidió a los últimos dos presidentes, que reactivaran la economía. Los jefes de este país le pedimos eso a los Kirchner y ambos cumplieron a la perfección. ¿De que nos quejamos entonces?
Nos quejamos porque no somos democráticos, ni somos buenos perdedores.
Nos quejamos porque queremos el bien propio, no el de todos, o de la mayoría. Somos fieles al pensamiento capitalista, “Cada hombre para si mismo”.
Nos quejamos porque cada dia, unos que se estan cuidando a si mismos, nos quieren arriar para su bando. Unos buitres carroñeros que no tienen remordimientos en hacer lo que durante años (y aun hoy) condenan. Hacen lobby con diputados, jueces, altos tribunos y según como venga la mano, diferentes sectores de la sociedad. Secuestran niños (de todas las maneras posibles) y les dan un nombre falso. Se meten en lugares a opinar bajo identidades espurias y bastardean la discusión real para llevarla a su propio puerto. Son criminales y se disfrazan de caballeros. Son periodistas y se esconden bajo el manto de “la gente común”. Son carroñeros que ponen el mantel en la mesa.
Pero a ellos los respetamos porque nos hablan bonito y fingen preocuparse por nosotros.
Sin embargo, no. Yo me niego y los juzgo. Porque yo soy tan jefe de este país como ellos. Todos lo somos y ellos, son tan dignos de sentarse en el banquillo como cualquiera de nosotros.
Y yo, como jefe, lo exijo. Faltan cuarenta millones de testigos mas.
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